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Un caso de la vida real

4:41, Publicado por marina, Sin comentarios


¿Qué ves cuando me ves?

Las personas 'intersex' –cuyos cuerpos no responden a los prototipos masculino y femenino– presentan un desafío. ¿Se debe 'corregir' su sexo al nacer? ¿O dejar que elijan –o no– en la madurez? Historias para leer sin prejuicios.

A Mauro Cabral, a veces no lo saludan. No es que caiga mal, ni que intimide, ni que le falten temas de conversación (debe haber pocas personas en el planeta que ametrallen lucideces en tan hipnótica sucesión). La razón por la que a veces no lo saludan es más simple –y más compleja–: no logran descifrar qué es. Hombre o mujer: dos categorías y, al decir de Mauro, dos lenguajes que casi todo el mundo habla sin darse cuenta. Entonces, cuando aparece alguien como él, una persona intersex, la gente a veces calla por falta de un idioma en común. "No saben si darme un beso o la mano", simplifica. Pero enseguida da vuelta el malentendido como un guante: "Cuando el género como lenguaje se vuelve poco claro, se produce un ruido en la comunicación, como si se estuviera escuchando un dialecto extranjero." Siguiendo con la analogía, una persona intersex "habla la masculinidad y la femineidad como si fueran segundas lenguas". ¿Y la propia? "No existe, es inarticulable", responde Mauro, sin dejo de conmiseración.

Se hace imprescindible mencionar ahora que, como activista intersex, a Mauro no le gusta hacer hincapié en su historia. No quiere ser visto como un caso ni estudiado bajo un microscopio. Para eso, le basta con los primeros veinte años de su vida. Pero no es posible presentar sus argumentos al lector disociados de esa historia, y él lo sabe. Mauro nació con un cuerpo que
parecía el de una niña, y así fue anotado y criado. En la historia de Mauro –licenciado en Historia, doctorando en filosofía, cordobés, 35 años–, no hubo operaciones correctivas en la infancia (al menos, eso piensa sin poder asegurarlo). Su status de diferente se hizo notar en la pubertad, cuando empezó a presentarse a sus compañeros como "un chico" de apariencia andrógina e ideas contestatarias. La Docta estará entre las más sofisticadas de las capitales provinciales, pero Mauro (nombre que adoptó de adulto) no debe haber sido una compañera fácil.

A los 14 años le informaron que había nacido sin vagina ni útero, y le prometieron transformarlo en una "mujer de verdad". Bajo una fortísima coacción médica y familiar, a los 16 años se le practicó una vaginoplastia (cirugía para dotarlo de una vagina funcional). Esto significó años de tormentos –la cirugía hizo necesaria otra después, y luego seis años de ilataciones (del espacio abierto quirúgicamente) bajo anestesia general–, que aún hoy él vive como una larga violación.

"El cuerpo tiene una materialidad resistente, no se queda donde lo ponen, se descose cuando lo cosen. Esa es la lucha de los médicos", dice Mauro, pero aclara con una madurez nacida a golpes que no culpa a los médicos. "Viven en la misma cultura que yo, donde hay crueldades que parecen aceptables. Por eso entiendo sus decisiones, aunque me parezcan equivocadas. Pensar críticamente la intersexualidad implica admitir que no se sabe: no se sabe qué es lo que va a hacer feliz al otro, qué es lo que convierte en mujer a una mujer. Y si no sé eso, no voy a cortar su cuerpo, porque lo único que sé es que donde uno corta,
la persona deja de sentir."

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